El arco de Aloba, un coloso de piedra en el Sáhara


No hay carreteras. No hay señales. No hay gente. Solo viento, arena y piedra.

Llegar hasta el arco de Aloba, en pleno macizo de Ennedi, en el noreste de Chad, no es simplemente un viaje: es una travesía hacia lo remoto. Un encuentro con una estructura tan imponente que, al estar frente a ella, uno duda si lo que ve es natural o el vestigio erosionado de alguna civilización perdida. La verdad que recuerda a imágenes de ciencia ficción sobre colonización, es como de otro planeta.


El arco de Aloba se eleva 120 metros sobre el suelo, con una apertura de más de 76 metros de ancho. Es el segundo arco natural más alto del planeta, solo superado por uno en China. Pero lo que lo diferencia no es solo su tamaño, sino su ubicación. Aquí, en el corazón del desierto más inhóspito del mundo, esta mole de arenisca parece una puerta suspendida en el tiempo, abierta a otro mundo.

El viento, durante millones de años, ha tallado este monstruo de piedra. Las tormentas de arena han cincelado cada curva, cada fisura. No hay nada artificial en él, y sin embargo, hay una estética sobrecogedora que recuerda a los templos de Petra o los arcos de catedrales góticas. Solo que aquí no hubo arquitecto, salvo la naturaleza.


Los pueblos nómadas que habitan esporádicamente esta región apenas lo mencionan. Para ellos, Aloba es parte del paisaje, parte del alma del desierto. 

Pocos turistas llegan hasta aquí. No hay tours organizados ni tiendas de recuerdos. Es uno de esos lugares que aún permanecen salvajes, intactos, como si el planeta los hubiera reservado para sí mismo.

Estar allí es comprender que hay cosas que no necesitan explicación. Solo presencia.

"No fue construido por nadie, pero parece hecho para todos."

Wikipedia: Ennedi | Sáhara.