A simple vista, no hay nada especial. Una llanura yucateca cubierta de vegetación baja, con casas dispersas, polvo en el aire y un calor que aprieta desde temprano. Pero bajo tus pies, a cientos de metros de profundidad, reposa el borde invisible de una herida que casi acabó con la vida en la Tierra. Bienvenido a Chicxulub.
Hace unos 66 millones de años, un objeto de unos 12 kilómetros de diámetro (parece poco, pero no si lo comparamos con el monte Everest de unos 8km) atravesó la atmósfera terrestre a más de 70.000 km/h. No era solo una roca. Era el final de una era.
El impacto ocurrió aquí. El meteorito golpeó con tanta fuerza que la energía liberada fue equivalente a más de 10.000 millones de bombas nucleares. En milésimas de segundo, la tierra se agrietó, se hundió, se encendió. El mar que cubría esta zona se evaporó en un instante. Se formó un cráter de más de 180 kilómetros de diámetro. Rocas líquidas fueron lanzadas al espacio y regresaron como lluvia de fuego.
Las primeras horas fueron infernales: incendios masivos se encendieron en todos los continentes. Pedazos de la Tierra, convertidos en brasas, cayeron sobre bosques, montañas y planicies, encendiendo el planeta como una antorcha. El cielo entero se volvió rojo. Nada podía huir del calor.
Luego vino la oscuridad. Las partículas del impacto, el hollín de los incendios y los gases sulfurosos formaron una densa capa que cubrió la atmósfera. La luz del sol dejó de tocar la superficie del planeta. Durante meses , puede que años, la Tierra vivió un invierno sin estaciones, sin fotosíntesis, sin colores. Las plantas murieron. Y tras ellas, los animales que dependían de ellas. Primero los grandes herbívoros. Luego los depredadores. Luego los que se alimentaban de los restos.
La lluvia ácida cayó sobre los ríos y mares. El equilibrio químico del planeta se alteró. Muchos animales no murieron por el fuego, ni por el frío, ni por el hambre… sino simplemente por beber.
El planeta entero se volvió hostil. Solamente algunas especies pequeñas lograron sobrevivir. Ser pequeño ayudaba a esconderse, a necesitar menos comida. Vivir bajo tierra también ayudaba. Resistir, más que adaptarse, fue la clave.
Los dinosaurios no murieron en un día. Murieron lentamente. Cayeron imperios biológicos enteros. La biodiversidad retrocedió millones de años. Y cuando el polvo del cielo empezó a disiparse, ya era otro mundo. Otra historia.
Durante décadas, este cataclismo fue solo una teoría. Hasta que en 1991, tras estudios geológicos y sísmicos, los científicos identificaron el cráter. Estaba aquí. En Chicxulub. En un rincón tranquilo de México, sobre el que hoy se construyen casas, donde los niños corren en chanclas y los perros duermen bajo los árboles. Nada parece fuera de lugar. Pero lo está todo.
"El silencio que sigue al estruendo es lo que más cambia las cosas."
Wikipedia: Cráter de Chicxulub | Extinción masiva del Cretácico-Paleógeno.