El avión militar derribado que nunca cayó


Gjirokastër no es una ciudad, es una escenografía de piedra. En las laderas donde se asienta, las calles empedradas suben y bajan sin lógica aparente, serpenteando entre casas otomanas que guardan siglos de historia.


En lo alto de la ciudad, dominando el valle del Drino, se alza el castillo de Gjirokastër. Sus murallas llevan siglos vigilando los vaivenes de los imperios, los traspasos de bandera, los discursos cambiantes del poder. Aquí se han encarcelado prisioneros políticos, se han celebrado festivales folklóricos, y se ha escrito (en piedra) una historia de resistencia y vigilancia.


Y sin embargo, entre tanto peso histórico, hay un elemento que desconcierta.

En el patio del castillo de Gjirokastër, al pie de la antigua torre de vigilancia, hay un objeto que desentona con todo lo que lo rodea: un avión de guerra estadounidense, oxidado, con el morro apuntando al cielo como si aún soñara con despegar. Solo está ahí. Absurdo. Intrigante. Como un trofeo fuera de lugar.



Durante décadas, el régimen comunista albanés afirmó que ese avión había sido derribado por las fuerzas antiaéreas del país, como prueba del coraje de la Albania socialista frente a la amenaza imperialista. Era 1957. En plena Guerra Fría, Enver Hoxha gobernaba con puño de hierro y aislaba a su país del mundo con una paranoia sin fisuras. El enemigo, invisible pero constante, se infiltraba en discursos, manuales escolares y hasta en el folklore.

Pero la verdad, como suele ocurrir, fue más modesta.

Aquel avión, un Lockheed T-33 Shooting Star, no fue derribado en absoluto. Era un avión de entrenamiento de la USAF que, tras desviarse por problemas técnicos, hizo un aterrizaje de emergencia en Albania. El piloto fue detenido, el avión requisado, y el hecho convertido en una “victoria del pueblo”. Lo que fue un error, se transformó en símbolo. Y lo simbólico, en un régimen como aquel, pesaba más que los hechos.

Desde entonces, el avión se exhibe en el castillo como monumento a la victoria sobre el imperialismo. Para los turistas de hoy, es una rareza oxidada. Para los albaneses mayores, es un recuerdo del tiempo en que el mundo era blanco y negro. O lo parecía.


El hierro del avión se oxida. Las paredes del castillo siguen firmes. Y entre ellas, esa pieza metálica sigue contando una historia que nunca fue cierta… pero que se contó demasiadas veces para dejar de ser creída.

"Nunca cayó del cielo, pero cayó en el relato."