El último refugio de Inchworm, una triste historia.


Se llamaba Geraldine Largay, aunque en el sendero todos la conocían como Inchworm, por su paso lento pero constante. Tenía 66 años cuando decidió cumplir su sueño de recorrer el Sendero de los Apalaches, uno de los más largos del mundo, que serpentea por más de 3.500 kilómetros desde Georgia hasta Maine, atravesando paisajes majestuosos y, a veces, implacables. Lo hacía sola, pero siempre acompañada de su determinación y de un cuaderno donde escribía con regularidad. Su marido la seguía cada pocos días desde la carretera, encontrándose con ella en puntos pactados para llevarle víveres, ánimos y abrazos.

El 22 de julio de 2013, Geraldine se desvió del sendero, probablemente para ir al baño, y ya no encontró el camino de regreso. A escasos kilómetros del punto donde debía reencontrarse con su marido, el bosque se cerró en torno a ella con una calma traicionera. No llevaba GPS, ni conocimientos de orientación, pero sí un teléfono que intentó usar en múltiples ocasiones. Envió varios mensajes de texto desesperados que nunca llegaron a destino: “Estoy perdida. En algún lugar en el camino entre el cruce de Spaulding Mountain y el cruce de Redington Stream. Llame a los Servicios de Emergencia. Estoy herida.” Nunca hubo respuesta.

Durante semanas, helicópteros, drones, perros rastreadores y voluntarios buscaron por todos lados. Miles de horas de rastreo en uno de los terrenos más abruptos de Nueva Inglaterra. Pero ella seguía oculta, silenciosa, paciente en su rincón de bosque. Lo más estremecedor es que sobrevivió casi un mes, refugiada en su tienda de campaña, esperando, sin moverse demasiado para conservar fuerzas, escribiendo en su diario, anotando la fecha, pidiendo que encontraran su cuerpo, agradeciendo a quienquiera que lo hiciera algún día. Su última anotación fue del 18 de agosto. El diario acababa con una frase simple: “Cuando encuentren mi cuerpo, por favor, avisen a mi marido George y a mi hija Kerry. Ha sido una buena vida.”

No la encontraron hasta dos años después. Su tienda estaba apenas a 800 metros de uno de los senderos principales. Tan cerca, tan escondida. Cuando los rescatistas entraron, vieron una tienda cuidadosamente cerrada, con su mochila al lado, su diario, su alma ya en paz.

Allí, entre árboles inmensos y un silencio que abruma, el punto exacto donde Geraldine esperó sin perder la esperanza te obliga a parar, a respirar distinto. No es solo un claro del bosque. Es un lugar donde el tiempo se detuvo, donde una vida entera se replegó en unas pocas páginas de papel, donde cada hoja que cruje bajo tus botas parece decirte que escuches, que sientas, que estés presente.

"A veces basta un giro sin pensar, una nube, un silencio… y ya no sabemos dónde estamos."

Wikipedia: Appalachian Trail.