En el museo nacional geográfico de Washington, operado por The National Geographic Society, se encuentra una bola de acero que nos ayudó a comprender mucho más sobre las profundidades marinas, la batisfera.
A comienzos del siglo pasado, William Beebe, un zoólogo nacido en Brooklyn, empezó a pensar en investigar las profundidades marinas, pero la presión soportada por el cuerpo humano según descendía a las profundidades parecía imposible de salvar.
Beebe inició sus primeros descensos con una escafandra y un tubo de aire que el mismo fabricó en su propia casa, por aquel entonces, lo que sabían, era que un ser humano a los 60 metros de profundidad, perdía el conocimiento.
Fue en 1928 cuando Otis Barton se presentó a Beebe con unos planos de un diseño que abandonó el concepto de escafandra para cambiar la historia de los viajes a las profundidades marinas, se trataba de una esfera de acero colgada de un cable, en la que el explorador, viajaba dentro.
Con el diseño y la financiación del mismo Otis Barton, la batisfera quedó finalizada en 1930. En ese momento Barton y Beebe, realizaron su primera inmersión, el riesgo era elevado, si el cable de acero se partía, la bola iría cual plomo a las profundidades del abismo para quedar comprimidos por la presión y nunca volver. La inmersión fue un éxito y alcanzaron los 193 metros de profundidad.
Ningún ser humano hasta entonces había llegado con vida a esa profundidad para verlo, una explosión de vida nueva es lo que se encontraron Beebe y Barton, algo nunca imaginado.
Durante los años siguiente continuaron estudiando los animales a altas profundidades y en 1934, marcaron un nuevo record de descenso. Esta vez bajaron hasta los 908 metros de profundidad.
Me impresiona la sensación al ver el tamaño de la batisfera en las imágenes. Dos hombres allí metidos, suspendidos de un cable que podría fatídicamente fallar, sumergidos en la más oscura profundidad, que, sólo ellos hasta entonces habían visto.
Os dejo aquí un vídeo de un minuto donde podéis ver a William Beebe entrando en la batisfera, agobiante.
A comienzos del siglo pasado, William Beebe, un zoólogo nacido en Brooklyn, empezó a pensar en investigar las profundidades marinas, pero la presión soportada por el cuerpo humano según descendía a las profundidades parecía imposible de salvar.
Beebe inició sus primeros descensos con una escafandra y un tubo de aire que el mismo fabricó en su propia casa, por aquel entonces, lo que sabían, era que un ser humano a los 60 metros de profundidad, perdía el conocimiento.
Fue en 1928 cuando Otis Barton se presentó a Beebe con unos planos de un diseño que abandonó el concepto de escafandra para cambiar la historia de los viajes a las profundidades marinas, se trataba de una esfera de acero colgada de un cable, en la que el explorador, viajaba dentro.
Con el diseño y la financiación del mismo Otis Barton, la batisfera quedó finalizada en 1930. En ese momento Barton y Beebe, realizaron su primera inmersión, el riesgo era elevado, si el cable de acero se partía, la bola iría cual plomo a las profundidades del abismo para quedar comprimidos por la presión y nunca volver. La inmersión fue un éxito y alcanzaron los 193 metros de profundidad.
Ningún ser humano hasta entonces había llegado con vida a esa profundidad para verlo, una explosión de vida nueva es lo que se encontraron Beebe y Barton, algo nunca imaginado.
Durante los años siguiente continuaron estudiando los animales a altas profundidades y en 1934, marcaron un nuevo record de descenso. Esta vez bajaron hasta los 908 metros de profundidad.
Me impresiona la sensación al ver el tamaño de la batisfera en las imágenes. Dos hombres allí metidos, suspendidos de un cable que podría fatídicamente fallar, sumergidos en la más oscura profundidad, que, sólo ellos hasta entonces habían visto.
Os dejo aquí un vídeo de un minuto donde podéis ver a William Beebe entrando en la batisfera, agobiante.
Wikipedia: Batisfera | William Beebe.
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