Frente a la costa de Ciudad del Cabo, a poco más de diez kilómetros en línea recta del continente africano, se alza una isla llana, sin montañas ni selvas, sin palmeras ni encanto turístico. Se llama Robben Island, y durante siglos fue usada como lugar de aislamiento: primero para leprosos, luego para prisioneros políticos. Una isla que no tiene foso, ni murallas altas, ni cocodrilos vigilantes. Solo el océano. Y una soledad que cala hasta los huesos.


Fue aquí donde Nelson Mandela pasó 18 de sus 27 años en prisión. Desde 1964 hasta 1982, habitó una celda de 2 metros por 2 metros y medio. Sin calefacción. Con una manta fina. Con un balde como baño. Con una ventanita que apenas dejaba entrar luz. El régimen del apartheid lo condenó no solo a la reclusión física, sino también al silencio. Prohibido hablar en voz alta. Prohibido recibir visitas más de una vez cada seis meses. Prohibido estudiar… aunque logró hacerlo. Le llamaban el prisionero 466/64: el número 466 del año 1964.

Pero esta no es la historia de un castigo. Es la historia de una resistencia sin armas. Mandela no se doblegó. Ni él, ni los otros cientos de prisioneros políticos que compartieron la isla. Eran segregados, humillados, obligados a romper piedras día tras día bajo el sol. En una cantera blanca donde el polvo quemaba los ojos. Allí, bajo las órdenes de un régimen cruel, muchos perdieron la vista. Pero no la visión. Mandela, incluso allí, construyó. No edificios, no trincheras. Ideas. Conversaciones. Sueños. Forjó amistades, tejió alianzas, leyó, escribió… y, sobre todo, escuchó.


Lo que hoy impacta al visitar la isla no es solo la celda diminuta, ni el comedor, ni el patio donde jugaban ajedrez con piezas talladas en jabón. Lo que estremece es la ausencia de rencor en el aire. Mandela salió de allí sin odio. Recorrió el mismo camino que lo trajo a la isla… y al desembarcar, no llamó a la venganza. Llamó a la reconciliación. Y eso es lo que transforma Robben Island en algo más que un sitio histórico. Es un altar de la dignidad humana.

En el museo actual, muchos de los guías son antiguos prisioneros. Hablan con voz tranquila. Sin ira. Relatan cómo escondían cartas en tubos de pasta de dientes. Cómo los censores recortaban los sobres. Cómo se organizaban para que todos pudieran leer un libro, aunque no lo tuvieran en físico. Relatan los castigos. Pero también los cantos. Los debates clandestinos. El ajedrez de los sábados. La poesía compartida en susurros.

Desde la orilla de la isla, puede verse la silueta de Ciudad del Cabo. Mandela la veía cada día. A veces con esperanza. A veces con dolor. Pero nunca se dejó romper. Porque más allá del mar, estaba el futuro. El suyo, sí. Pero también el de su pueblo. Y en esa celda, bajo esa ventana, mientras leía a Shakespeare con una linterna escondida, decidió no odiar. Y esa decisión cambió el curso de la historia.
En 1990, cuando fue liberado, no quiso venganza. Y en 1994, cuando fue elegido presidente, lo hizo en nombre de todos: blancos y negros. Ricos y pobres. Víctimas y carceleros. Y así, aquel hombre que pasó media vida encerrado en una isla logró liberar a un país entero.

Hoy, Robben Island sigue siendo una prisión. Pero ya no encierra cuerpos. Encierra memoria. Y al caminar por sus pasillos fríos, al mirar el catre simple, al oír el eco de pasos que ya no están… uno no se siente invadido por la tristeza. Se siente invadido por algo más fuerte:

"La certeza de que el espíritu humano, cuando se sostiene en la verdad, puede resistirlo todo."



Aquel día, el viento soplaba fuerte en las dunas de Kitty Hawk. No había testigos, ni cámaras de televisión, ni expectación mundial. Solo arena, frío y dos hermanos de Ohio que habían traído su frágil creación hasta allí porque el viento era confiable… y porque querían volar. El 17 de diciembre de 1903, a las 10:35 de la mañana, Orville Wright se tumbó sobre su máquina de madera, tela y alambres. Wilbur lo empujó. El aeroplano recorrió apenas 36 metros… y despegó. 12 segundos en el aire. Suficientes para que el mundo ya no fuera el mismo.


No hubo ruido de motores a reacción, ni rugidos metálicos. Solo el murmullo del viento y el temblor de lo desconocido. Fue el primer vuelo controlado, sostenido y propulsado de una máquina más pesada que el aire. Después vinieron otros tres vuelos ese mismo día. En el último, Wilbur recorrió 260 metros. La historia acababa de abrir sus alas.


Lo que conmueve al estar allí no es solo la hazaña. Es la modestia del lugar. Una colina de arena, una réplica del hangar, y una planicie que parece igual que en 1903. Y sin embargo, fue desde allí que el ser humano se despegó de la Tierra por primera vez. Es un sitio sin épica aparente, pero cargado de sentido. Allí nació la aviación. De allí parte cada vuelo que cruza océanos, cada avión que conecta mundos, cada vez que un pasajero duerme mirando nubes por la ventanilla.

Los Wright eran bicicleteros. Inventores autodidactas. Lo que lograron no fue por accidente, sino por persistencia. Por confiar más en el viento que en el juicio ajeno. Y cuando caminas por esa colina hoy, con las marcas en el suelo que indican cuán lejos llegaron aquellos primeros vuelos, te das cuenta de que el milagro no fue volar… fue atreverse a imaginar que se podía.


En la cima hay una escultura. Representa el instante exacto en que el avión despegó por primera vez. Las figuras son de bronce, pero parece que respiran. Se siente que el aire allí aún lleva algo de aquel momento.

"Lo invisible se sostuvo… porque alguien insistió en verlo."


El 12 de abril de 1961, a las 06:07 de la mañana, hora de Moscú, el mundo cambió sin saberlo. Desde la base de Baikonur, en Kazajistán, despegó un cohete Vostok con un solo pasajero: un joven piloto soviético de 27 años llamado Yuri Gagarin. En ese instante, la humanidad pasó a formar parte del cosmos. Dieron una vuelta completa a la Tierra en 108 minutos. Pero esta historia no es sobre el despegue, ni sobre el rugido del cohete, ni siquiera sobre la vista increíble de nuestro planeta flotando en la oscuridad. Esta historia empieza en el suelo.

Porque después de orbitar la Tierra, Gagarin no aterrizó con suavidad en una pista decorada con banderas. No. La cápsula Vostok 1 descendió sobre las llanuras de Saratov, al suroeste de Rusia. Y Gagarin, según el protocolo, fue eyectado a más de 7.000 metros de altitud, descendiendo aparte con su propio paracaídas. Cayó sobre un campo de trigo recién brotado, junto a una granja colectiva. En ese instante, una campesina y su nieta lo vieron aparecer desde el cielo, vestido de naranja brillante y con un casco blanco. La niña se asustó. La abuela dudó. Y entonces Gagarin, con una sonrisa, dijo las palabras más improbables que se hayan pronunciado jamás en la estepa rusa:

“No se asusten, camaradas. Soy soviético como ustedes. He bajado del espacio.”

Desde entonces, aquel campo —plano, sin árboles, azotado por el viento— se convirtió en un lugar sagrado sin templos. Solo hay una estatua, una especie de ala de metal, y una estrella roja. Pero quienes lo visitan dicen que allí el aire se siente diferente. Que el cielo parece más grande. Que es imposible no mirar hacia arriba. Porque en ese pedazo de tierra, donde hoy pastan vacas o crecen girasoles, volvió a pisar el mundo el primer ser humano que vio lo pequeños que somos… y lo hermoso que es nuestro hogar.



Ese punto en el mapa no tiene épica visual. No hay montañas, ni acantilados, ni templos antiguos. Pero cuando estás allí, sabes/sientes que en ese suelo se cerró el círculo. Que el cielo y la Tierra se tocaron por un segundo. Que ese lugar fue testigo de lo imposible.


"Donde sus pies tocaron tierra… algo invisible floreció."

Se llamaba Geraldine Largay, aunque en el sendero todos la conocían como Inchworm, por su paso lento pero constante. Tenía 66 años cuando decidió cumplir su sueño de recorrer el Sendero de los Apalaches, uno de los más largos del mundo, que serpentea por más de 3.500 kilómetros desde Georgia hasta Maine, atravesando paisajes majestuosos y, a veces, implacables. Lo hacía sola, pero siempre acompañada de su determinación y de un cuaderno donde escribía con regularidad. Su marido la seguía cada pocos días desde la carretera, encontrándose con ella en puntos pactados para llevarle víveres, ánimos y abrazos.

El 22 de julio de 2013, Geraldine se desvió del sendero, probablemente para ir al baño, y ya no encontró el camino de regreso. A escasos kilómetros del punto donde debía reencontrarse con su marido, el bosque se cerró en torno a ella con una calma traicionera. No llevaba GPS, ni conocimientos de orientación, pero sí un teléfono que intentó usar en múltiples ocasiones. Envió varios mensajes de texto desesperados que nunca llegaron a destino: “Estoy perdida. En algún lugar en el camino entre el cruce de Spaulding Mountain y el cruce de Redington Stream. Llame a los Servicios de Emergencia. Estoy herida.” Nunca hubo respuesta.

Durante semanas, helicópteros, drones, perros rastreadores y voluntarios buscaron por todos lados. Miles de horas de rastreo en uno de los terrenos más abruptos de Nueva Inglaterra. Pero ella seguía oculta, silenciosa, paciente en su rincón de bosque. Lo más estremecedor es que sobrevivió casi un mes, refugiada en su tienda de campaña, esperando, sin moverse demasiado para conservar fuerzas, escribiendo en su diario, anotando la fecha, pidiendo que encontraran su cuerpo, agradeciendo a quienquiera que lo hiciera algún día. Su última anotación fue del 18 de agosto. El diario acababa con una frase simple: “Cuando encuentren mi cuerpo, por favor, avisen a mi marido George y a mi hija Kerry. Ha sido una buena vida.”

No la encontraron hasta dos años después. Su tienda estaba apenas a 800 metros de uno de los senderos principales. Tan cerca, tan escondida. Cuando los rescatistas entraron, vieron una tienda cuidadosamente cerrada, con su mochila al lado, su diario, su alma ya en paz.

Allí, entre árboles inmensos y un silencio que abruma, el punto exacto donde Geraldine esperó sin perder la esperanza te obliga a parar, a respirar distinto. No es solo un claro del bosque. Es un lugar donde el tiempo se detuvo, donde una vida entera se replegó en unas pocas páginas de papel, donde cada hoja que cruje bajo tus botas parece decirte que escuches, que sientas, que estés presente.

"A veces basta un giro sin pensar, una nube, un silencio… y ya no sabemos dónde estamos."

Wikipedia: Appalachian Trail.

Las Médulas, ubicadas en la provincia de León, España, constituyen un paisaje único que combina historia, naturaleza y arqueología. Este sitio es famoso por sus formaciones de tierra rojiza, que son el resultado de un largo proceso de minería, originalmente atribuido a los romanos. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que la historia de la explotación minera en Las Médulas podría ser mucho más antigua, remontándose a épocas prerromanas y vinculándose con los pueblos indígenas de la región, como los astures.

Los astures, un pueblo prerromano que habitaba la región del noroeste de la Península Ibérica, ya explotaban los recursos minerales de la zona mucho antes de la llegada de los romanos. Se sabe que los astures eran hábiles mineros y metalúrgicos, especializados en la extracción de oro y otros metales. Aunque sus métodos eran menos sofisticados que los utilizados posteriormente por los romanos, los astures realizaban labores mineras en diversas partes del Bierzo, incluida la zona de Las Médulas. Estas primeras explotaciones se llevaban a cabo de manera manual, mediante pozos y galerías, y estaban dirigidas principalmente a la extracción de oro de los depósitos aluviales.

La llegada de los romanos al noroeste de la Península Ibérica en el siglo I d.C. marcó un punto de inflexión en la historia de Las Médulas. Los romanos, al reconocer la riqueza mineral de la región, perfeccionaron y expandieron las técnicas de explotación minera que ya existían. Adaptaron sus avanzadas tecnologías, como el método de "ruina montium", que transformó dramáticamente el paisaje. Aunque los romanos son los principales responsables de la devastación y transformación masiva del entorno, no se puede ignorar que ellos aprovecharon un conocimiento minero que ya existía en la región, adquirido a lo largo de generaciones por los astures.

El método de ruina montium, que consistía en la construcción de una compleja red de canales, túneles y galerías, era una técnica enormemente eficaz para extraer oro a gran escala. Sin embargo, su implementación no habría sido posible sin el conocimiento previo de los recursos minerales locales y las prácticas mineras que los astures habían desarrollado. De hecho, algunos estudios recientes sugieren que los romanos pudieron haber empleado a los astures en la explotación de las minas, aprovechando su experiencia y conocimiento del terreno.




A pesar de la brutalidad del método romano, que implicó la destrucción de grandes áreas de montaña y una profunda alteración del paisaje natural, Las Médulas se convirtieron en la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el Imperio Romano. El impacto de la minería romana en la región fue tan profundo que, aunque la actividad cesó en el siglo III d.C., el paisaje que dejaron sigue siendo visible hoy en día, con las características formaciones de colinas erosionadas y valles que conocemos como Las Médulas.

Tras el abandono de las minas por parte de los romanos, la región quedó sumida en un lento proceso de recuperación natural. La vegetación, compuesta principalmente por castaños y robles, fue cubriendo gradualmente las heridas dejadas por la minería, y el sitio quedó envuelto en el silencio durante siglos. Sin embargo, la memoria de la minería nunca se perdió del todo, y los relatos de los antiguos trabajos mineros continuaron siendo parte del legado cultural de la región.


No fue hasta los siglos XVIII y XIX que el interés por Las Médulas resurgió, impulsado por estudiosos y arqueólogos que comenzaron a investigar y a documentar la magnitud y la sofisticación de las operaciones mineras romanas. Estos estudios iniciales, que se centraron principalmente en la fase romana de la explotación, han sido complementados en las últimas décadas por investigaciones que han arrojado luz sobre la importancia de los astures en la historia temprana de Las Médulas.

Hoy en día, Las Médulas son mucho más que un recordatorio de la ingeniería romana; representan un espacio en el que se entrelazan las historias de los pueblos prerromanos y los conquistadores romanos. Este sitio no solo es testigo de la habilidad técnica y la ambición de la Roma imperial, sino también de la tenacidad y el ingenio de los astures, quienes durante siglos aprovecharon los recursos naturales de su tierra.

Las Médulas, por tanto, no son solo un monumento al pasado, sino también un lugar donde la historia de los astures y los romanos se funde en un testimonio impresionante de la interacción entre las culturas y su entorno. Como resultado, este paisaje se ha convertido en un símbolo de la riqueza cultural e histórica de la región, atrayendo a visitantes de todo el mundo que desean explorar no solo la herencia romana, sino también la profunda huella dejada por los primeros habitantes de esta tierra, los astures.



"La belleza del paisaje es el eco de un imperio..."


La presa de Grandas de Salime, situada en el río Navia, en la provincia de Asturias, es una de las obras más significativas de la ingeniería hidráulica en España, tanto por su magnitud como por su impacto en la región. La historia de esta presa comienza a mediados del siglo XX, en un contexto de reconstrucción nacional tras la Guerra Civil, cuando España se enfrentaba a un déficit energético considerable. Para hacer frente a esta situación, se promovió la explotación de los recursos naturales del país, y el río Navia, con su caudal abundante y su geografía montañosa, se perfiló como un lugar idóneo para la construcción de varias presas hidroeléctricas.


La construcción de la presa de Grandas de Salime comenzó en 1948 bajo la dirección de la empresa Hidroeléctrica del Cantábrico. Fue un proyecto colosal que requirió un gran despliegue de medios humanos y tecnológicos. Miles de trabajadores participaron en la construcción, enfrentándose a condiciones laborales duras y a la dificultad de trabajar en un terreno abrupto y de difícil acceso. La tecnología empleada fue pionera para la época, utilizando métodos avanzados de construcción en hormigón para levantar una estructura de gravedad que alcanzaría los 128 metros de altura, con una longitud en la coronación de 270 metros.



El embalse resultante, conocido como el embalse de Salime, tiene una capacidad de almacenamiento de unos 265 millones de metros cúbicos de agua. La central hidroeléctrica asociada, con una potencia instalada de 126 megavatios, fue durante muchos años una de las más importantes del país. La primera turbina comenzó a funcionar en 1955, marcando el inicio de una nueva era para la generación de energía en el noroeste de España.




La construcción de la presa tuvo un impacto profundo en la región, tanto positivo como negativo. Por un lado, supuso un avance crucial en la electrificación y modernización de Asturias y las provincias vecinas. La energía producida por la central hidroeléctrica contribuyó significativamente al desarrollo industrial de la zona, ofreciendo una fuente de energía limpia y renovable en un momento en que el país lo necesitaba desesperadamente.

No obstante, la creación de este embalse también tuvo consecuencias sociales y ambientales. Varias aldeas y tierras agrícolas fueron inundadas, obligando a muchas familias a abandonar sus hogares y adaptarse a nuevas formas de vida. La transformación del paisaje fue radical, con la pérdida de terrenos fértiles y el desplazamiento de comunidades que habían habitado la zona durante generaciones. Además, el ecosistema del río Navia se vio alterado, afectando a la fauna y flora locales y modificando las dinámicas tradicionales de pesca y agricultura que habían sustentado a la población.

Con el paso del tiempo, la presa de Grandas de Salime ha sido objeto de diversas mejoras y actualizaciones. Estas intervenciones han tenido como objetivo tanto la optimización de su capacidad de generación eléctrica como la minimización de su impacto ambiental. Se han implementado tecnologías más modernas para garantizar su seguridad y eficiencia, y se han adoptado medidas para proteger el entorno natural, en un esfuerzo por equilibrar las necesidades energéticas con la conservación del medio ambiente.

Hoy en día, la presa de Grandas de Salime no solo continúa siendo una pieza clave en la producción de energía hidroeléctrica, sino que también ha adquirido un valor simbólico y turístico. Su imponente estructura y el embalse que la acompaña se han convertido en un destino atractivo para los amantes de la naturaleza y el turismo rural. Las aguas del embalse son ahora un lugar popular para actividades recreativas como la pesca, el senderismo y la observación de aves, lo que añade un nuevo capítulo a la historia de este monumento de la ingeniería española.



La historia de la presa de Grandas de Salime es un testimonio del ingenio y la determinación humana en la búsqueda del progreso, pero también sirve como recordatorio de los desafíos y sacrificios que acompañan a tales empresas. La construcción de la presa fue un hito en el desarrollo industrial de España y un ejemplo de cómo las grandes obras de ingeniería pueden transformar regiones enteras, no solo en términos económicos, sino también sociales y ambientales. En última instancia, el legado de la presa es una mezcla de logros y lecciones aprendidas, que continúan resonando en la actualidad.

"Allí donde el río calla, se escucha más fuerte la memoria que se niega a morir."


Laika, la perra más famosa de la historia, nació en las calles de Moscú y fue rescatada por científicos soviéticos que buscaban un valiente ser vivo para un arriesgado experimento. Corría el año 1957, en plena Guerra Fría, y la Unión Soviética estaba enfrascada en la carrera espacial contra Estados Unidos. La misión era clara: enviar un ser vivo al espacio y hacer historia, pero también cargar con la tristeza de enviar a alguien sabiendo que iba a la muerte.



El lugar concreto del lanzamiento de Laika al espacio fue desde el cosmódromo de Baikonur, en lo que hoy es Kazajistán, pero en ese momento era una base secreta soviética a la que van dedicadas estas coordenadas.

El 3 de noviembre de 1957, Laika abordó la nave espacial Sputnik 2, una pequeña cápsula diseñada para el vuelo orbital. Pocos sabían que la perrita se convertiría en un símbolo de sacrificio en la búsqueda del conocimiento y la exploración espacial.



Laika, un pequeño perro mestizo con mirada triste y corazón valiente, fue sometida a un entrenamiento riguroso para adaptarse a la vida en una cápsula espacial. Los científicos querían asegurarse de que ella pudiera soportar el confinamiento, la ingravidez y el estrés de la misión. Sin embargo, también sabían que no existía la tecnología para traerla de vuelta a la Tierra con vida.

El 3 de noviembre de 1957, la nave espacial Sputnik 2 fue lanzada desde Baikonur con Laika a bordo. La emoción y el temor se mezclaron en el corazón de los científicos y espectadores de todo el mundo. La cápsula entró en órbita y Laika se convirtió en el primer ser vivo en alcanzar el espacio exterior, un hito histórico.

Pero, a pesar del logro, la tristeza embargó a la humanidad al saber que la valiente perrita estaba condenada a morir en el espacio. La cápsula no tenía los medios para regresar a Laika a la Tierra, y se estimaba que moriría por falta de oxígeno en pocos días.

La misión de Laika estaba destinada a ser una tragedia, pero también un acto heroico. Su sacrificio permitió a los científicos obtener datos vitales sobre cómo los organismos vivos se comportaban en el espacio, allanando el camino para futuras misiones tripuladas. Su legado inspiró la investigación espacial y llevó a mejoras en el diseño de naves espaciales y trajes espaciales para garantizar la seguridad de los astronautas en futuras misiones.

A medida que Laika orbitaba la Tierra, las noticias de su misión se extendieron por todo el mundo. La gente seguía su viaje con esperanza, deseando que por algún milagro pudiera sobrevivir. Sin embargo, el destino de Laika estaba sellado. El 7 de noviembre de 1957, después de unos días en el espacio, la pionera perrita falleció, convirtiéndose en un pequeño punto luminoso que se desvaneció en el firmamento.

Aunque la misión de Laika fue objeto de controversia y críticas por su falta de planificación para su regreso seguro a la Tierra, su legado se mantuvo vivo a través de los años. Su valentía y sacrificio se convirtieron en un recordatorio de que la búsqueda del conocimiento y el avance científico a menudo implican grandes riesgos y sacrificios.



Con el tiempo, la historia de Laika ha sido honrada en diferentes formas. Estatuas, monumentos y libros han inmortalizado su memoria como un símbolo de la exploración espacial y la valentía en la búsqueda de lo desconocido.

"En el silencio del cosmos, una pequeña vida se apagó… y el universo conoció nuestra soledad."

En España, hay una banda de pop muy famosa, Mecano. Es la única banda musical que ha homenajeado a esta perra, podéis ver aquí el video.


En una audiencia del Congreso de los Estados Unidos, un acontecimiento histórico tuvo lugar el pasado miércoles 26 de julio de 2023 cuando el exoficial de inteligencia de la Fuerza Aérea, el Mayor retirado David Grusch, reveló bajo juramento la existencia de un programa secreto que recupera y realiza ingeniería inversa de Objetos Voladores No Identificados (OVNIs). Conocidos oficialmente como "Fenómenos Aéreos No Identificados" (UAP, por sus siglas en inglés), el testimonio de Grusch destapó un misterioso mundo que el gobierno estadounidense ha mantenido oculto durante décadas.


En su testimonio ante un subcomité de Supervisión de la Cámara de Representantes, Grusch afirmó que fue requerido en 2019 para identificar todos los programas altamente clasificados relacionados con la misión del grupo encargado de investigar los UAPs. En ese momento, Grusch trabajaba para la Oficina Nacional de Reconocimiento, la agencia que opera los satélites de espionaje de Estados Unidos. Fue en este momento cuando descubrió un programa de recuperación y reversión de ingeniería de OVNIs que se había mantenido en secreto durante décadas.

Aquí tenéis un video resumen en inglés cortesía de CBS News.

Las implicaciones de estas revelaciones son enormes. Aunque muchos asocian los OVNIs con la posibilidad de vida extraterrestre, los legisladores demócratas y republicanos han centrado su interés en la cuestión como un asunto de seguridad nacional. Preocupados de que los avistamientos reportados por pilotos puedan estar vinculados a adversarios de Estados Unidos, han instado a una mayor investigación y transparencia en torno a los UAPs.

Grusch no solo confirmó la existencia de un programa secreto, sino que también declaró que el gobierno estadounidense ha sido consciente de actividades "no humanas" desde la década de 1930. Estas palabras arrojan luz sobre décadas de especulación y teorías conspirativas sobre la posibilidad de que agencias gubernamentales tengan conocimiento de visitas extraterrestres a nuestro planeta. Sin embargo, el Pentágono ha negado enérgicamente las afirmaciones de Grusch y ha declarado que no existen pruebas verificables que respalden la existencia de programas de posesión o ingeniería inversa de materiales extraterrestres. La declaración oficial no aborda la cuestión de los OVNIs que no se sospecha que sean objetos extraterrestres.


Las consecuencias de estas declaraciones pueden ser profundas. Grusch se presentó como un denunciante del gobierno y afirmó haber enfrentado represalias por dar a conocer esta información clasificada. Aunque no reveló detalles específicos sobre las tácticas empleadas en su contra debido a una investigación en curso, dejó claro que ha sufrido tanto a nivel profesional como personal.

Mientras los legisladores, tanto demócratas como republicanos, expresaron un interés bipartidista en las declaraciones de Grusch y pidieron una mayor transparencia en torno a los programas de UAP, también criticaron al Pentágono por no proporcionar más detalles en una sesión informativa clasificada o por no liberar imágenes que puedan ser mostradas al público.

Este último testimonio de Grusch es solo la punta del iceberg de un tema que ha intrigado y cautivado a la sociedad durante décadas. Las implicaciones de la existencia de un programa de UAP secreto y la posibilidad de actividades "no humanas" en el cielo podrían cambiar la percepción de nuestra realidad por completo.

A medida que más información se desclasifique y más testigos se presenten para compartir sus experiencias, el enigma de los OVNIs continuará siendo objeto de debate y estudio. 

Eso si, por primera vez a mi conocer, no ha sido en foros o servicios de mensajería de internet, si no en el Congreso de los Estados Unidos, lo cual, es altamente llamativo, ¿No crees?


"I want to believe too..." 🤪

La historia del ekranoplano, también conocido como "Monstruo del Mar Caspio", se remonta a la Guerra Fría, cuando las superpotencias de la época, Estados Unidos y la URSS, competían en todos los aspectos para obtener ventaja sobre el otro. Durante la década de 1950, el ingeniero soviético Rostislav Alexeiev trabajaba en mejorar los "hidroalas" y se le ocurrió una idea revolucionaria: un barco capaz de volar utilizando el "efecto suelo".

Para conseguir la mejor forma posible, Alexeiev construyó cientos de modelos a escala con cartón piedra y los probó arrojándolos desde un tobogán a poca altura sobre el agua. Con el respaldo financiero ilimitado del líder soviético Nikita Jrushchov, continuó con su investigación y desarrollo de esta nueva aeronave.


En 1966, se fabricó el primer ekranoplano, conocido como KM o 903 Lun. Este aparato, masivo y extremadamente rápido, llamó la atención de los servicios de inteligencia occidentales, que estaban confundidos acerca de su verdadera naturaleza y le dieron el apodo de "Monstruo del Mar Caspio" debido a su actividad en esa región.


El ekranoplano KM tenía unas dimensiones impresionantes, con 106 metros de longitud y 42 metros de envergadura. Estaba propulsado por diez motores Dobryin vd-7, cada uno con una potencia de 98 kN, lo que le permitía alcanzar velocidades superiores a los 400 km/h. Para volar, utilizaba el efecto suelo, elevándose unos 30 centímetros sobre el agua. Sin embargo, debido al riesgo de estrellarse, no podía elevarse a más de 3 metros de altura.

El KM estaba diseñado para enfrentar olas de más de 5 metros y se utilizaba como laboratorio volante para realizar experimentos científicos hasta 1980.



Desafortunadamente (o no...), la historia del ekranoplano KM tuvo un final trágico. En un accidente, una ráfaga de viento desestabilizó el aparato y, en lugar de seguir las consignas de pilotaje que recomendaban aproximarse a la superficie, el piloto optó por elevarse como lo haría un avión convencional. Esto provocó que el ekranoplano perdiera sustentación y se estrellara contra el agua. Desde entonces, el aparato quedó sumergido.

Sin embargo, la historia no terminó ahí. En el año 2020, el ekranoplano KM volvió a emerger a la superficie, apareciendo en las costas del mar Caspio, cerca de Derbent, donde ubicamos estas coordenadas. Esta impresionante aeronave abandonada se ha convertido en una atracción y un punto de interés para los entusiastas de la aviación y los curiosos que visitan la zona.


Así, el "Monstruo del Mar Caspio" representa una fascinante y trágica historia de ingeniería y diseño aeronáutico, que tuvo su apogeo durante la Guerra Fría y que, a pesar de su trágico final, sigue dejando un legado en la historia de la aviación.

"Es la ruina de un rugido que quiso dominar el horizonte."